Desde hace tiempo parece haber caído en la lista de los que se van sin tiquete de regreso, pero mientras exista, muchos aún aman al Viper de Dodge, y muchos lo van a extrañar también cuando ya se haya ido. Porque no son muchos los autos como éste, que parece existir exclusivamente para dar satisfacciones a quienes realmente sepan aprovecharlas. No es, evidentemente, un auto para cualquier conductor. Entre otras cosas porque no perdona errores, y que lo diga yo que todavía estoy pagando el ridículo que hice con él, cuando al hacer una U en una avenida, aceleré el motor en medio de la curva y el trompo fue simplemente inevitable y monumental. Obviamente, a unas llantas que están ocupadas haciendo una curva, no les puedes tirar encima la manada de caballos que despliega el motor del Viper.
Es el único automóvil deportivo americano que trae bajo el capó una planta motriz de 10 cilindros en V, con 8.4 litros de desplazamiento que sueltan 600 caballos de potencia. La transmisión, como no podría ser de otra manera, es manual y tiene seis velocidades. Si alguien anda buscando economía de combustible, el Viper es sin duda el auto equivocado, porque un galón apenas le alcanza para 13 millas en la ciudad y 22 en la autopista, con un manejo muy conservador y algo de suerte.
La apariencia del Viper es inconfundible, con unos trazos que recuerdan inequívocamente las líneas del inmortal Batimóvil que conducía al incansable hombre murciélago en su cruzada contra el delito. El Viper viene en dos versiones, cupé y convertible, y a diferencia de otros modelos, el convertible es unos cuantos centenares de dólares más barato, con un precio sugerido al consumidor de $90,255 dólares.
Manejar este Viper es una experiencia extraordinaria. No es muy cómodo, hay que reconocerlo, entrar y salir del vehículo no son tareas fáciles, pero una vez sentado al timón, con el pie derecho en el acelerador y la mano derecha en la palanca de cambios, uno siente como si estuviera tocando el cielo con los dedos.