Desde hace años lo estamos esperando. Desde que desapareció de las calles el EV y desde que comenzamos a ver como se popularizaban rápidamente los autos híbridos. Pero sobre todo, desde que GM anunció en medio de gran pompa y antes de que llegara la crisis, que finalmente estaba por llegar el auto capaz de devolverle a la industria automotriz norteamericana el liderazgo perdido frente al ímpetu de los asiáticos. De hecho nunca antes un auto había sido anunciado con tanta antecedencia. Los fabricantes acostumbran guardar el desarrollo de sus productos bajo siete llaves, para evitar que sus competidores los salgan adelante, algo que alcanzó a ocurrir en este caso, con la puesta en el mercado por parte de Nissan de su también eléctrico LEAF.
Vimos bocetos, nos empapamos con sus especificaciones tecnológicas, llegamos a montarnos en un simulacro del Volt, montado sobre un Malibú y sin tren motriz, antes de que pudiéramos verlo en carne y hueso, y manejarlo también, hace algunos meses en el lanzamiento para la prensa cerca de Detroit. A mi de entrada me encantó, fundamentalmente porque representa por primera vez en mucho tiempo, un trascendental avance tecnológico capaz de darle un viraje de fondo no solo a la industria, sino también a la manera cómo las personas nos relacionamos cotidianamente con nuestros autos.
En principio, y habiendo vivido también el advenimiento de los híbridos con el lanzamiento, en circunstancias similares del Toyota Prius, me pareció que el disfrute del Volt no traía consigo tres concesiones que era necesario hacer cuando se trataba del Prius. El Prius, pongámonos de acuerdo, no es el más atractivo de los autos, el Volt es agradable a los ojos y en materia de estilo ha sido muy bien trabajado. El Prius no se caracteriza tampoco por su amplia capacidad para transportar pasajeros y equipaje cómodamente. El Volt en cambio, compite -y hasta les gana- en este acápite con los sedanes medianos. Y finalmente, tratándose de el Prius, uno tiene que hacer concesiones en materia de desempeño, que no es necesario hacer con el Volt, porque a la hora de acelerarlo reacciona con muchos más bríos de los que uno espera.
Hubo dos cosas que me dejaron dudas cuando tuve mi caso de amor a primera vista con el Volt. La primera fue el precio, porque me parece aún que $40 mil dólares por un Chevrolet, por muy eléctrico y novedoso que sea, sigue siendo mucho dinero. Inclusive teniendo en cuenta los incentivos fiscales, que además tienen plazo de expiración. La segunda duda surgió con relación al sistema de recarga de la batería, y para ver que tan bien funcionaba no había más remedio que probarlo, aunque fuera por unos cuantos días. Es oportunidad llegó el mes pasado, cuando me mandaron un Chevrolet Volt para usarlo como auto de todos los días por una semana entera.
Eso significa que, si uno quiere usarlo como auto eléctrico, sin necesidad de que se encienda elmotor a gasolina que tiene como función única extender el alcance de la autonomía del auto, no le queda otra opción que someterlo a carga, conectándolo a la electricidad de la casa todas las noches. Para eso hay dos mecanismos, el más eficiente pero también más complicado, con una instalación dedicada de 240 voltios, o el más simple y corriente, con 110 voltios y un dispositivo con los cables para conectarlo, que viene dentro de la cajuela de equipaje. Nada más fácil: basta abrir la portezuela del enchufe, similar a la de la tapa del tanque de gasolina de un auto común, solo que ubicada unas cuantas pulgadas delante de la puerta del conductor y conectar allí la punta gorda del cable. La otra punta va en la toma de la casa, que en la mía es la que usamos en diciembre para instalar los adornos navideños. Una vez conectadas ambas puntas, se enciende en el tablero del auto la pantalla del tablero de instrumentos que muestra cuanta carga tiene la batería aun disponible y cuanto tiempo tarda obtener la carga completa que permitirá recorrer en promedio 35 millas (56 km), usando solamente electricidad. Una luz en todo el centro de la parte baja del parabrisas indica, para ser vista desde afuera, con una luz amarilla que está cargando y con una luz verde que ya terminó de cargar.
Hacer esas conexiones no tarda más de dos minutos y desconectarlo de nuevo más o menos lo mismo. Uno puede dejar el cable en casa, listo para usarlo de nuevo en la noche, pero es recomendable llevarlo en el auto, donde además tiene un espacio designado, donde ni estorba ni hace ruido, por si puede conectarse por unas horas en otra parte. De todas maneras, si la batería se agota, el motor a gasolina enciende automáticamente, sin hacer ruido y causando muy poca contaminación, porque siempre está en el mismo nivel de revoluciones por minuto. Así, la autonomía puede llegar a 344 millas (550 km) adicionales a las recorridas empleando el motor eléctrico con la carga de las baterías, para un total de 379 millas (606 km).
El consumo de combustible es entonces del equivalente a 93 mpg (40 km/l), con motor eléctrico y 37 mpg (15 km/l) cuando funciona el motor a gasolina. Obviamente estamos hablando de una combinación de millas en la ciudad y en la autopista y solamente de lo que se refiere a consumo de combustible. Todavía me falta ver la factura de la electricidad de mi casa este mes, para saber si en algo aumento el consumo por cuenta de la carga de las baterías de mi Volt por una semana.