Han pasado ya 10 años desde que Sergio Pininfarina partió de este mundo. Emprendedor, diseñador, miembro honorario de la Orden del Mérito en el Trabajo (Cavalieri del Laboro) y presidente de Confindustria de 1988 a 1992, este hombre dirigió durante varias décadas con mano segura y firme la empresa creada por su padre, Battista Pinin Farina, manteniendo el renombre y el estándar de elegancia y estilo que su padre siempre exhibió en cada modelo.
Por todo lo anterior, Paolo, hijo de Sergio, y presidente actual del Grupo Pininfarina, decidió realizar una mesa redonda en el Centro de Congresos de la Unione Industriali de Turín, donde se recordaron diferentes facetas de la vida de un hombre que se convirtió en un símbolo del diseño italiano y de la historia industrial en Italia, las elecciones visionarias que le permitieron ampliar sus horizontes geográficos, las asociaciones empresariales que realizó y su compromiso político con Europa.
Sergio Pininfarina, creador y visionario
Durante la presentación de esta mesa redonda, Paolo Pininfarina comentó, “En el décimo aniversario de su muerte, me gustaría honrar con un homenaje público a un hombre que ha dejado una huella tan grande en nuestro país como, obviamente, en nuestra empresa y nuestra familia”.
Así se recordará a Sergio Pininfarina, quien asumió las riendas de la empresa de su padre en 1960, inicialmente como gerente general y posterior a la muerte de su padre como Director General, teniendo en sus manos la responsabilidad de transformarla del clásico proceso artesanal en el que laboraron siempre cada modelo, a un complejo industrial moderno que trabajaba de manera conjunta y cercana a los fabricantes automotrices, colaborando directamente con las mejores firmas del mundo, incluyendo Lancia, Alfa Romeo, Maserati, Peugeot y Ferrari.
Para finales de la década de los 70, Sergio tomó también las riendas de la Unione Industriales de Turín y al año siguiente se eligió diputado al Parlamento Europeo de Estrasburgo, justo en una época en la que Italia quedó marcada por el terrorismo, con lo que Sergio reafirmó en todo momento su posición europeísta aún ante la adversidad.
Este gran compromiso con el sector empresarial lo llevó en 1988 a asumir el cargo de presidente de Confindustria, mismo que ejerció con el rigor y la determinación que siempre lo caracterizaron y que le permitieron obtener en 2005 el nombramiento de Senador Vitalicio por parte del presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi, “por haber honrado al país con los más altos méritos en el campo social”, y luego en 2007, a inmortalizar su nombre en el Salón de la Fama Automotriz en Dearborn, Michigan.