Buick Regal CXL Turbo 2011: No pude evitarlo. Cuando me dijeron que esta semana manejaría un Buick, pensé de inmediato en un automóvil grande, enorme, sediento, silencioso y suave también, pero definitivamente pasado de moda. Y me preocupa que esa primera idea que pasó por mi cabeza siga siendo la impresión que muchos tienen todavía en relación con los autos americanos, que continúan siendo vistos como grandes gastadores de combustible. Lo cierto es que los Buick del pasado, como los dinosaurios, desaparecieron por grandes e insaciables, y dejaron el camino abierto para que llegaran ejemplares mucho más razonables en todos los sentidos.
Prueba de ello es este Regal CLX Turbo que de sus parientes de hace más de veinte años sólo conserva el nombre, porque de ser demasiado largo y ancho pasó a ubicarse en la franja de los sedanes europeos: muy cómodos, pero sin excesos. Y es que por muy americano que sea, tiene todo lo que brilla en los autos que vienen del otro lado del Atlántico en cuanto a estilo y apariencia y en lo que tiene que ver con la experiencia de manejo. De hecho se fabrica en Risselsheim, Alemania, y hereda todo el prestigio de los mejores modelos de donde proviene, las toldas de la marca Opel, la subsidiaria germana de General Motors.
No deja de sorprender que GM haya decidido llenar con motores de 4 cilindros el vacío de los motores de 8 cilindros de los desaparecidos Buick del pasado, ni siquiera de 6. De hecho hay dos motorizaciones en el nuevo Regal, la de 2.4 litros con 182 caballos y la turboalimentada de dos litros con nada menos que 220 caballos. La transmisión es automática de cinco velocidades. Económico es sin duda, con 20 millas por galón en la ciudad y 30 en la autopista en la versión regular, y con 18 y 29 en la turbo.
El Buick Regal del 2011 es moderno, con una línea exterior muy fresca y todos los aditamentos que vienen en los más sofisticados, como Bluetooth, timón de cuero, audio con 7 bocinas y radio satelital, frenos ABS y sistema OnStar. En general es un lindo auto, capaz de despertar agradables emociones con su potencia y lujo, pero no puedo dejar de anotarle un par de deficiencias en cuanto a los materiales de los acabados interiores y en los controles del tablero de instrumentos y la consola central, que no son necesariamente ordinarios, pero no están tampoco a la altura de un auto que, tal como lo manejé, tiene un precio de venta de $35,380 dólares.