Hace un siglo, el 5 de agosto de 1914, los primeros semáforos eléctricos en el mundo se establecieron en Estados Unidos. Desde entonces, la luz roja sirve para detenernos y la verde para avanzar.
Por su particularidad es un elemento básico para que la circulación en las ciudades sea la adecuada y no existan conflictos viales y accidentes. En todo el mundo las luces de tráfico usan los mismos colores; verde –siga-, amarillo –precaución- y rojo –alto. Pero ¿por qué utilizan estos tonos? Bueno, hay varias especulaciones sobre este tema, pero abundar directamente al tema principal, vamos conocer un poco de historia.
Historia del semáforo
Se puede decir que el primer semáforo en el mundo vio la luz en 1868, en Londres, Inglaterra y se utilizaba exclusivamente para controlar el tráfico ferroviario en la intersección de las calles George y Bridge. Su diseño era bastante básico, se componía de dos brazos verticales que podían moverse en una posición horizontal para informar a los conductores de los trenes entrantes que debían de detenerse. En si el sistema tenía el mismo papel que en estos días.
Pero existía un gran problema, la poca o nula visibilidad de las señalizaciones al circular por la noche. De esta manera los ingenieros del sistema ferroviario agregaron un par de luces para indicar que se debían de detener. De esa manera eligieron el rojo para hacer alto y verde para precaución. Probablemente se esté preguntando cómo es que eligieron el color verde. Bueno, nadie sabe a ciencia cierta, pero las cosas cambiaron un par de años más tarde, especialmente una vez que el semáforo hizo su incursión al mundo automotor.
Semáforo eléctrico cumple 100 años
Fue en 1914 en Estados Unidos cuando Lester Farnsworth Wire, encargado de la división de tráfico del Departamento de Policía de Salt Lake City, Utah instauró el primer semáforo -con los colores rojo y verde- para vehículos en una intersección de la ciudad. Aunque sólo unos pocos automóviles estaban en el camino en ese momento y las normas de tráfico eran casi inexistentes, los conductores simplemente fueron sorprendidos por el nuevo invento, por lo que fue necesario poner policías para obligar a las automovilistas a obedecer las nuevas reglas de transito.
Volviendo a la elección de los tres colores, los primeros semáforos de las calles se apoyaron en el sistema ferroviario solo que de una manera distinta, ya que el color rojo era para parar, el verde significaba precaución y blanco era avanzar. Mientras que los dos primeros podrían tener un significado más o menos evidente, la luz blanca era el que causaba dolores de cabeza a las autoridades. Y es que las luces blancas se confundían con las luces contiguas lo que provocaba que los conductores se pasaran libremente, lo que llevó a múltiples colisiones fatales.
Para evitar más accidentes realzaron modificaciones en color de las luces de los semáforos. Fue así que eligieron el rojo, un tono que se asocia sobre todo con la sangre y por lo tanto fue seleccionado para señalar a los automovilistas y trenes que deben detenerse. Desde entonces el rojo simboliza una situación de peligro que podría tener graves consecuencias si no se obedece.
Así como el rojo, que es el origen de diferentes emociones de alerta, en este caso el verde es todo lo contrario. Demuestra algo relajante, como la naturaleza o cualquier otro elemento saludable que no tendría un impacto tan poderoso en los conductores al verlo. Además, el verde es un tono que puede ser fácilmente observado durante la noche, y básicamente no hay otras luces circundantes que pudieran inducir a error a los conductores.
En cuanto al amarillo, y que fue reemplazo del verde en el origen de los semáforos ferroviarios, también tiene un porque. Y es que la mayoría de las personas asocian el color amarillo con el sol, que es unas de los elementos que podrían calmar a los conductores. De igual forma, es una buena opción para la visión nocturna. Una luz amarilla se puede ver fácilmente desde una distancia larga.
Actualmente existen diferentes tipos de semáforo, desde los más básicos que funcionan por tiempo hasta los llamados inteligentes que utilizan sensores o radares. En el primer caso, los semáforos que pasan de rojo a verde por un determinada cantidad de segundos son los más baratos de adquirir y mantener pero al mismo tiempo son los que mayores problemas causan. Son configurados para que la luz cambie en un tiempo determinado, la cantidad de segundos varia en base a la zona, horario y muchas veces también depende del criterio del operador.