Historias inspiradoras hay muchas en el mundo automotriz, pero muy pocas como la de Bruce McLaren, uno de los pilotos más famosos de todos los tiempos, nacido en Auckland, Nueva Zelanda, el 30 de agosto de 1937.
La carrera de Bruce McLaren va mucho más allá de la conducción. Fue un gran diseñador, ingeniero y creador de algunos de los autos de carreras más connotados de la historia.
Su legado persiste hasta nuestros días, gracias al equipo McLaren de Fórmula 1, que fue fundado por Bruce y que hasta la fecha se erige como una de las escuderías que más triunfos ha conseguido, nada menos que 12 títulos mundiales y 8 campeonatos de constructores.
El nombre de Bruce McLaren es sinónimo de leyenda en el ámbito de las competencias, principalmente en la Fórmula 1 y en la Can-Am Series. Su tenacidad y visión inspiró a otras grandes leyendas del mundo de la competición, que han formado parte de la escudería McLaren, como Alain Prost, Niki Lauda, Gilles Villeneuve, Ayrton Senna, Fernando Alonso y Lewis Hamilton, por mencionar algunos.
Bruce McLaren, sus inicios
Desde muy pequeño, Bruce demostró una marcada inclinación hacia los motores, gracias a la influencia de su padre, a quien admiraba por encima de todo y de quien recibió valiosos consejos que ayudaron a cimentar su carrera.
A los diez años, cayó en cama víctima de una rara enfermedad que le afectó la cadera y que lo mantuvo postrado durante algún tiempo, hasta que fue intervenido quirúrgicamente. Fueron necesarios dos años para que el pequeño Bruce se recuperara de la enfermedad que le dejó una secuela que lo seguiría por el resto de su existencia: una cojera que le afectaba cuando se fatigaba demasiado.
Con apenas 13 años y una viva pasión por los autos, Bruce y su padre modificaron un viejo Austin Ulster modelo 1929 y lo convirtieron en un vehículo de carreras. Al finalizar sus estudios, ingresó al Seddon Technical Memorial College, donde cursaría sus estudios de ingeniería.
Esa carrera y las modificaciones realizadas en el Austin se convertirían en los cimientos de la brillante carrera del joven McLaren, quien años después, con los conocimientos suficientes y manejando su propio automóvil incursionó en el ambiente de las carreras de autos.
Sus primeras experiencias las vivió en las competencias de montaña en su natal Nueva Zelanda. En 1953, con tan solo 15 años, el joven McLaren marcó el mejor tiempo en la carrera Muriwai Hill Climb, a bordo de su Austin Ulster. Se desempeñó tan bien en este ámbito que la New Zealand International Grand Prix (NZIGP, por sus siglas en inglés) le otorgó el máximo honor: el pasaporte de “Piloto Hacia Europa”.
Bruce McLaren a la conquista de las pistas
De esta forma, en 1958, Bruce McLaren llegó a Reino Unido donde fue acogido por otra leyenda de los motores: Jack Brabham, con quien incursionó en el ámbito de las carreras, formando parte de la Escudería Cooper. En 1959, con apenas 22 años, ganó el Gran Premio de Estados Unidos, convirtiéndose en el piloto más joven en ganar un Gran Premio. Esta marca perduraría por cuatro décadas, hasta 1999.
Consciente de que las competencias no solo se ganan con potencia, Bruce comenzó a interesarse más en la construcción y desarrollo de los autos de carreras. Su idea era clara: crear una perfecta armonía entre hombre y máquina, con el fin de obtener más victorias. Él estaba seguro de que con un buen auto y un buen piloto era posible ganarle a coches más potentes y grandes.
Esas teorías las llevó a la práctica y de esta forma, en 1960 se coronó subcampeón, quedando detrás de su mentor: Jack Brabham. El alumno estaba por superar al maestro.
Nace el primer auto construido por Bruce McLaren y su equipo
Tres años después de aquella sonada victoria, el 2 de septiembre de 1963 nació el equipo McLaren Motor Racing Limited. Conformado por personas tenaces, igual que Bruce, el equipo inició la construcción de su primer coche de carreras, el M1A.
Este bólido estaba impulsado por un motor V8 Oldsmobile de 4.5 litros y en total se construyeron 24 unidades, las cuales fueron adquiridas por equipos de carreras de Europa y Estados Unidos, quienes comprobaron su gran desempeño sobre la pista. El M1A sentó las bases para los futuros autos con los que Bruce McLaren conquistaría más triunfos.
Lejos de quedarse estático, Bruce siguió experimentando hasta que en 1965 reveló el M2B, sucesor del M1A, que debutó en el Gran Premio de Mónaco. Lamentablemente las cosas no salieron como se esperaba y aquel primer auto realizó una pobre actuación en Mónaco, aunque posteriormente en el Gran Premio de Bélgica, el piloto neozelandés mejoró de forma considerable.
Sin dejarse amilanar por la derrota, Bruce renació como el Ave Fénix, aprendiendo de esas primeras experiencias en la Fórmula 1. De esta forma, todo el equipo regresó al taller con la finalidad de modificar el auto para hacerlo más capaz.
Visionario, Bruce McLaren decidió experimentar con un nuevo y revolucionario material que hasta entonces sólo había sido visto en la industria aeroespacial: el Mallite, compuesto por dos delgadas capas de aluminio adheridas a un soporte de madera.
No fueron pocos quienes pensaron que la idea de Bruce era descabellada, ya que hasta ese momento nadie se había atrevido a usar materiales de ese tipo. El tiempo le daría la razón a McLaren, quien utilizó el Mallite para construir el chasis y el monocasco del renovado M2B.
Sin saberlo, Bruce estaba sentando las bases para los equipos de carreras del futuro, quienes hasta la fecha continúan utilizando materiales ligeros como la fibra de carbono y el kevlar para crear autos ligeros y aerodinámicos.
Victorias, derrotas y la llegada de un nuevo auto
Los siguientes años fueron difíciles para Bruce y su equipo. Triunfando, sufriendo derrotas y continuando con la experimentación. Una vez más la creatividad del joven piloto se hizo patente cuando en 1968 se presentó el M7A, un auto que llamó la atención de propios y extraños debido a que estaba impulsado por un motor Cosworth V8 3.0 litros.
Aunque aquel auto presumía un diseño muy similar a otros bólidos de la época, donde se notaba una clara diferencia era en el aspecto aerodinámico, carecía de alerón o de cualquier otro adminículo que ayudara a elevar su desempeño en la pista.
Para compensar lo anterior, Bruce, su diseñador Robin Herd y el resto del equipo colocaron el motor en el mismo bastidor del auto, haciéndolo parte del chasis. Esta solución, que arrojó un peso total de 1,190 libras y una potencia de 420 hp, ayudó a que la escudería McLaren se llevara el triunfo en el Gran Premio de Bélgica de 1968. Ese mismo año, Denny Hulme, también de origen neozelandés, obtuvo dos triunfos más para el equipo.
Pese a tener sus esfuerzos enfocados en la Fórmula 1, Bruce McLaren nunca dejó de lado su otra pasión: las competencias de la Can-Am Series, un serial en el cual participó con el M6A, un vehículo diseñado por el mismo McLaren y por Robin Herd.
Impulsado por un motor Chevrolet V8 que desarrollaba 527 hp, aquel coche ganó cinco de las seis carreras de la Can-Am Series de 1967, teniendo al volante a Bruce y a su compatriota Hulme. Entre los años 1966 y 1969, Bruce obtuvo nueve victorias de este serial.
Su trágico final
Quienes conocieron a Bruce McLaren afirman que su carácter intrépido siempre le impidió quedarse entre bastidores y dejar que otros manejaran sus autos. A él siempre le gustó estar al volante, pues afirmaba que solo de esa forma podía encontrar errores y corregirlos.
Sin embargo, conforme su fama y su empresa crecía, supo que el momento de hacerse a un lado estaba cerca. “Ya no tengo tiempo para competir. Es tiempo de darle paso a los más jóvenes que también quieren ganar”, comentó alguna vez.
Pese a haber sufrido diversos accidentes durante su carrera, él nunca se amilanó y siempre subía a sus autos con completa confianza.
Ese 2 de junio de 1970 fue un día como cualquier otro. Bruce y su equipo llegaron al Autódromo de Goodwood, dispuestos a realizar pruebas a bordo del nuevo M8D, equipado con un motor Chevrolet V8 de 7.1 litros y 680 hp.
Montado sobre un chasis de aluminio, el auto de 1,397 libras presumía una relación peso-potencia ideal. Todo indicaba que aquel sería el auto con el que el McLaren Team conquistaría más victorias.
Durante una de las vueltas, cuando Bruce circulaba a 170 mph, un pasador de fijación del alerón trasero se soltó, provocando que la fuerza del viento arrancara una sección del ala posterior. Todo sucedió en una fracción de segundos. El coche perdió toda la carga aerodinámica en las ruedas traseras, provocando que el piloto perdiera el control y terminara estrellándose contra la estación de control de un comisario de pista. Bruce salió despedido del auto, muriendo instantáneamente.
Las victorias deben continuar
Abatidos, desolados, los miembros del equipo trataron de sobreponerse a la tragedia y siguiendo la filosofía de su jefe, continuaron trabajando en el desarrollo del McLaren M8D. Dos semanas después del accidente, dos pilotos de la escudería McLaren estaban listos para ir en busca de la victoria.
Inspirado por el legado de Bruce, el equipo McLaren ganó 9 de las 10 carreras de esa temporada, a bordo del mismo coche en el cual perdió la vida su fundador. Con 32 años de edad, Bruce falleció sin ser testigo de los grandes éxitos que conquistaría su equipo.
"La inspiradora historia de Bruce McLaren", un documental emotivo
La vida de Bruce McLaren ha sido fuente de inspiración, no solo para corredores, sino para todos los amantes del automovilismo deportivo. Con motivo del 50 aniversario de la escudería McLaren el año pasado se estrenó el documental "La inspiradora historia de Bruce McLaren", producido por Matthew Metcalfe y Fraser Brown.
Durante 92 minutos, este documental nos interna en la vida del hombre sin el cual la Fórmula 1 no sería lo que es hoy en día, desde sus primeros años hasta los últimos segundos de su vida.
Si vives en México, puedes disfrutar este documental en Google Play o Youtube. Si vives en Estados Unidos lo puedes ver en Amazon Prime o bien en iTunes.
"La inspiradora historia de Bruce McLaren" incluye testimonios de muchas de las personas que estuvieron al lado de él, entrevistas, así como anécdotas e información diversa, cobijada bajo la inolvidable frase: "Siento que la vida se mide en logros, no en años recorridos".