Cada vehículo que sale de las instalaciones de Molsheim atraviesa un meticuloso proceso de control de calidad, y el Bolide, concebido exclusivamente para circuitos, no es la excepción.
Antes de llegar a manos de sus propietarios, esta obra maestra de la ingeniería enfrenta una última prueba crucial: un riguroso programa de inspección y test en pista que garantiza un buen rendimiento.

Bolide: La máxima expresión del ADN de Bugatti
El Bolide incorpora, además del motor W16, una estructura, fabricada en fibra de carbono ultraligera. En apariencia, todo está listo para llevarlo a la pista, ¿verdad? No obstante, cada unidad debe superar un exhaustivo proceso de validación para garantizar los exigentes estándares de calidad y perfección que caracterizan a la marca.
El programa de control de calidad de Bugatti se lleva a cabo en colaboración con el Circuit de Mirecourt, una pista ubicada en el departamento de los Vosgos. Con una longitud de 2,33 millas, este trazado se convierte en un escenario ideal para evaluar el rendimiento de cada Bolide.
Para cada sesión de pruebas, Bugatti despliega un equipo compuesto por ocho especialistas: dos conductores de control de calidad, un responsable de neumáticos, un técnico en refrigeración, dos mecánicos y dos electricistas.
En una sola jornada de pruebas, este grupo de profesionales puede analizar a fondo hasta dos vehículos, verificando cada uno de sus componentes dinámicos.
El protocolo de pruebas en pista del Bolide se desarrolla en dos etapas diferentes, cada una diseñada para comprobar aspectos específicos de su desempeño.

Primera fase: ajustes y pruebas preliminares
La sesión inicial arranca con una comprobación de la dirección a velocidades moderadas, seguida de pruebas progresivas de frenado que comienzan a 31 mph y alcanzan las 155 mph, permitiendo un asentamiento óptimo del sistema de frenos.
En esta fase, maniobras laterales y diversas simulaciones ayudan a detectar posibles ruidos anómalos, mientras que los técnicos inspeccionan continuamente el vehículo en boxes para garantizar su precisión absoluta.

Segunda fase: llevando el rendimiento al límite
Una vez superada la primera etapa, el Bolide se somete a pruebas extremas bajo estrictos protocolos de seguridad. Con vueltas intensivas en pista, sus neumáticos, frenos y transmisión alcanzan temperaturas de funcionamiento ideales.
Durante esta fase, se analizan en detalle los sistemas de estabilidad y seguridad, incluyendo el ABS y el control de tracción.
También se llevan a cabo pruebas de Launch Control para evaluar su capacidad de aceleración en condiciones exigentes y simulaciones de carrera con velocidades que superan las 186 mph.
Entre cada tanda, se aplican pausas térmicas precisas para reducir la temperatura de los frenos por debajo de los 300°C y del motor a menos de 90°C antes de continuar con nuevas evaluaciones.
Exigencia extrema para un desempeño inigualable
Las pruebas del Bolide se realizan bajo condiciones extremas, con desaceleraciones que alcanzan -2.5G y temperaturas de frenos de hasta 1,000°C.
Estas evaluaciones aseguran que cada unidad pueda ofrecer un rendimiento excepcional de manera segura y constante.
Un avanzado sistema de telemetría, derivado del automovilismo, permite analizar en tiempo real todos los parámetros del vehículo, detectando cualquier anomalía potencial.