Durante tres días y más de 1500 millas de recorrido, participamos en el F-CELL World Drive de Mercedes-Benz, una vuelta al mundo que se inició a finales de enero -el 29 de enero para ser más precisos- en Alemania, con la presencia de la canciller federal germana Angela Merkel y el presidente de MB Dr. Dieter Zetsche. Ya recorrió Francia, España y Portugal. Sigue por los Estados Unidos de costa a costa, de Miami hasta Seattle atravesando la frontera con Canadá y llegando a Vancouver para saltar luego, en avión, como en cada tramo intercontinental, a Australia. De allí irá a Asia, donde desde China, pasando por Kazajistán y Rusia, volverá a Europa a través de los países escandinavos para finalizar de nuevo en Alemania, donde se fabrican unos 200 vehículos iguales, en una producción por ahora limitada.
La gira demorará más que lo que necesitaron Phileas Fogg y Passepartout, los personajes de La vuelta al mundo en ochenta días de Jules Verne, un total de 125 días. Cada uno representa los años que han pasado desde la invención del primer automóvil, un símbolo más que demuestra que estamos en una nueva era.
Tres automóviles, con tres periodistas especializados en cada uno por cada tramo de tres días, y una logística que comprende unos 15 vehículos de apoyo, más los camiones que transportan un taller ambulante, los tubos de hidrógeno -provistos por Linde AG- y unas 50 personas conforman la caravana. Sin duda en mejores condiciones que nuestro amigo inglés y su compañero francés.
Junto con mi colega y amigo Javier Mota y Todd de Columbus, Ohio, partimos de Fort Lauderdale con destino a Jacksonville, con una parada de recarga en el Kenedy Space Center, un museo del futuro en el pasado reciente, a tono con la innovación que significa esta tecnología. El segundo día llegamos hasta DeFuniak Springs, una pequeña localidad, ya casi saliendo del estado de la Florida. En el último tramo llegamos hasta Nueva Orleans, ya en Luisiana.
A lo largo de la carretera las miradas siguen el color verde encendido de los tres autos, identificados además con carteles alusivos, y en cada parada todos se acercan a preguntar con real interés, demostrando la buena acogida que un modo de transporte particular de pasajeros limpio despierta en la gente.
El vehículo que MB ha escogido para instalar el sistema de propulsión eléctrico alimentado por hidrógeno es un B-Class, que se vende muy bien en Europa y en muchos países de Latinoamérica, difícil de clasificar según las categorías comunes de los Estados Unidos. Compacto, de cinco puertas y más alto que un sedán o un tradicional hatchback, permite alojar y distribuir los componentes específicos de un vehículo con un sistema algo diferente del tradicional. De hecho, el combustible, hidrógeno liquido comprimido, se acumula en tres tanques. Cuando la carga está completa, permite recorrer unas 200 millas o algo más conduciendo en carretera a unas 70 millas por hora de promedio y con un estilo de conducción conservador. Si en cambio el manejo es más agresivo, el rendimiento se acorta un poco más que cuanto ocurre en la misma situación con un vehículo con motor tradicional de gasolina.
El motor es eléctrico, pero no requiere de acumuladores de gran tamaño, ya que la electricidad requerida se produce en las celdas de hidrógeno. Eso marca la diferencia con los vehículos eléctricos o plug-in, que se recargan conectados a la corriente como lo hacemos con el celular, pero que comparativamente para impulsar un automóvil su tamaño peso se multiplica cientos de veces.
Las emisiones de CO2 son iguales a cero, es decir, nada, totalmente limpio. La electricidad se produce por una reacción electroquímica. Un motor compacto y liviano situado en la parte delantera produce 136 hp de potencia, con una torsión máxima de 290 ft, equivalente a un motor tradicional de 2 litros, y con similar dinámica de manejo.
En el resto de los rubros, maniobrabilidad, seguridad, espacio, tecnología y equipamiento, es similar a cualquier otro vehículo que la marca ofrece en el segmento, no hay mayores diferencias. Incluso los componentes diversos, particulares del F-CELL, han pasado las rigurosas pruebas de seguridad.
La prueba de manejo demostró que el B-Class F-CELL puede ofrecer una experiencia de manejo dinámico y agradable tanto como una velocidad de marcha más que aceptable. Sin niveles de aceleración significativos, puede superar las 100 millas por hora. Con un manejo más agresivo y velocidades más altas el rendimiento del combustible y el rango de autonomía se reducen hasta casi un 35%. En condiciones de manejo normales y con velocidades crucero en el orden de las 70 millas por hora la autonomía supera las 200 millas, a razón de 1 kilogramo de hidrógeno cada 70/80 millas. Resultados más que satisfactorios para el uso diario.
El tiempo de recarga completo es de aproximadamente 15 minutos. Se movilizan centros de recarga móvil con dos camiones, uno que lleva los tanques de hidrógeno y otro que realiza la compresión y carga, hasta cuando vayan apareciendo las estaciones de carga, que por ahora hay solo unas pocas en California, el estado a la vanguardia en tecnologías alternativas y ambientales. Este es el punto complicado de la cuestión, que además requiere la decisión política de impulsar y facilitar la instalación de puertos de recarga de hidrógeno. Y parte de este giro mundial pretende concientizar sobre la necesidad de desarrollar una infraestructura adecuada para que el vehículo de hidrógeno, que ya es una realidad, sea totalmente viable.
MB considera que el mercado mundial estará maduro para esta nueva tecnología en el 2015. En ese momento calculan haber entregado unos 100 mil vehículos en una variedad de modelos y series. Y para entonces esperan esté desarrollada la red de estaciones de carga de hidrógeno.