Mientras Estados Unidos avanza con nuevos aranceles bajo el presidente Trump, un país ha sabido manejar la presión con estrategia y calma: México. Aunque el anuncio global de impuestos a las importaciones, incluido un 25% a autos y autopartes, sacudió los mercados, México quedó en una posición poco común. A pesar de ser vecino directo y socio clave en el sector automotriz, fue excluido de la nueva ola de aranceles “recíprocos”.
Eso no significa que el camino esté libre. La industria automotriz, que representa casi el 30% de las exportaciones mexicanas a EE. UU., aún enfrenta un arancel previo del 25%. Sin embargo, gracias al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), los vehículos y autopartes que cumplen con los requisitos del acuerdo están temporalmente protegidos. Esto deja al sector automotriz mexicano en un punto crucial, donde la estrategia, la diplomacia y el cumplimiento normativo pueden definir si se avanza o se frena.
La industria automotriz mexicana
El sector automotriz ha sido durante años una pieza central de la economía mexicana. Con plantas de ensamblaje de marcas globales como BMW y Honda operando en el país, México es un proveedor clave de autos y piezas para el mercado estadounidense. Desde vehículos eléctricos hasta camionetas, las fábricas mexicanas llenan los concesionarios norteamericanos. La exención de los nuevos aranceles mantiene, por ahora, ese flujo comercial.

Sin embargo, no todos los vehículos califican bajo las reglas del T-MEC, en especial aquellos con componentes de fuera de Norteamérica o que no cumplen con los estándares laborales y de contenido regional. Estas exportaciones aún enfrentan el arancel del 25%, lo que afecta su precio y competitividad en Estados Unidos.
El gobierno mexicano está plenamente consciente de esta presión. Como respuesta, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó un plan para fortalecer la producción nacional de vehículos e impulsar la innovación. Su enfoque busca reducir la dependencia de componentes importados y aumentar la capacidad productiva nacional, tanto para el mercado interno como el externo.
Diplomacia sobre confrontación
Lo que ha distinguido a México durante estas tensas negociaciones comerciales no ha sido solo su estrategia económica, sino también su tono político. La presidenta Sheinbaum ha enfatizado repetidamente la importancia de una relación respetuosa y colaborativa con el gobierno de EE. UU. En lugar de responder con amenazas o medidas reactivas, México ha optado por un diálogo prudente y estructurado.

El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, reflejó este enfoque al señalar que México se encuentra en un periodo de 40 días clave para negociar mejores condiciones. Su postura resalta que la “preferencia” obtenida no es un regalo, sino el resultado de una diplomacia constante basada en el respeto mutuo.
Aranceles, confianza y tiempos decisivos
Aunque las exportaciones automotrices mexicanas sienten el impacto, la mezcla de diplomacia y política está manteniendo el motor en marcha. La Casa Blanca ha indicado que las exenciones seguirán vigentes mientras se abordan temas clave como el tráfico de fentanilo y la migración, temas sensibles para la administración Trump.
Hasta ahora, el discurso de Trump hacia México ha sido inusualmente positivo. En redes sociales, agradeció a Sheinbaum por su cooperación, subrayando el trabajo conjunto en materia de seguridad fronteriza y control de drogas. Aunque no representan garantías, estos mensajes indican que la estrategia mexicana está dando resultados en Washington.

Mientras tanto, Estados Unidos mantiene los nuevos aranceles para otros países con acuerdos comerciales, a excepción de los que forman parte del T-MEC. Esto refuerza la posición especial de México y Canadá en el escenario actual, y pone de relieve la importancia de cumplir con los términos técnicos del tratado, especialmente en sectores como el automotriz, donde las cadenas de suministro son transfronterizas.
Un camino con curvas
México aún no ha cruzado la meta, pero su estrategia le permite seguir avanzando, especialmente en la industria automotriz. Las negociaciones de las próximas semanas definirán si el país logra reducir o adaptarse mejor a los aranceles vigentes, o si será necesario rediseñar su enfoque productivo.

Por ahora, la capacidad de México para mantener la calma bajo presión, invertir en producción nacional y apoyarse en el marco del T-MEC le da más que una simple oportunidad. Es una lección sobre cómo la diplomacia medida, más que una aceleración brusca, puede ser la mejor forma de conducir en medio de una tormenta arancelaria.